viernes, 23 de enero de 2009

La cuestión burakumin

Según el artículo 14 del capítulo III de la Constitución de Japón (1946) “Todos los ciudadanos son iguales ante la ley y no existirá discriminación política, económica o social por razones de raza, credo, sexo, condición social o linaje.” ¿Podemos afirmar que existe en el Japón actual la aplicación real del derecho inalienable a la igualdad? Pues bien, cuando miramos la cuestión de los burakumin la respuesta es no. En el Japón contemporáneo existe un grave problema social por el cual una parte de su población vive en un estatus socioeconómico muy inferior al del resto.


Los llamados burakumin (部落民 habitante de poblado o caserío) son la clase más baja de la sociedad japonesa. El origen de su estigmatización se remonta varios siglos atrás. En el año 1591, durante el período Tokugawa o Edo (1603-1867), se promulgó un decreto según el cual se dividía la sociedad en cuatro clases: militares, agricultores, artesanos y comerciantes, y se prohibía expresamente que se produjeran traspasos o relaciones de un estrato a otro. En lo más bajo de esta estructura piramidal se encontraban los eta (sucio), parias sociales por llevar a cabo labores consideradas impuras como la manipulación de carne, el curtido de pieles o el ajusticionamiento de criminales. Les estaba absolutamente prohibido relacionarse con miembros de otras clases sociales, poseer tierras y además tenía limitado sus asentamientos en lugares concretos separados del resto de la población. Junto con los Eta también se encontraban en esta clase los hinin (非人 inhumano), grupo social formado por criminales y exconvictos.


En el año 1871, con el “Edicto Estatal del Gran Consejo”, llamado popularmente “Edicto de Emancipación” (Eta Kaihô Rei) se llevó a cabo la liberación legal de los considerados parias sociales, rompiendo así con la estructura social de castas que había existido en Japón durante siglos. Sin embargo, el estado de segregación social y los prejuicios sobre eta y hinin se siguieron manteniendo dentro de la sociedad japonesa hasta llegar a la actualidad.


Hoy en día los burakumin son aquellas personas que viven en las zonas tradicionalmente conocidas como buraku, es decir, donde durante siglos vivieron sus antepasados, los eta y hinin (1). Se estima que son unos tres millones de personas (2). No son diferentes al resto de los japoneses ni étnica ni lingüísticamente, pero son rechazados por el resto de la sociedad japonesa. Se les achaca una serie de peculiaridades culturales, físicas y psicológicas que rayan en la superstición o el folklorismo de un modo totalmente absurdo, pero que tienen unas consecuencias de aislamiento y discriminación social muy arraigadas para la población buraku. De ellos se dice que son sucios, maleducados, ruidosos, ignorantes, agresivos, problemáticos y excesivamente “grupales”, entre otros adjetivos. Personalmente he tenido la oportunidad de hablar sobre el tema con algún japonés. En general se mostraron muy afectados por lo injusto del rechazo social que sufren los burakumin y totalmente conscientes de que hoy en día no tiene ningún sentido considerarlos seres “impuros”. Sin embargo, también justificaban muchos de los prejuicios que he mencionado anteriormente alegando que son los burakumin los que se comportan de un modo “diferente” al resto de los japoneses y que por eso no son capaces de integrarse. Lo innegable, en mi opinión, es que se trata de prejuicios que los japoneses nos son capaces de explicar ni racionalmente, pues muchos jamás han pisado un barrio buraku, y ni siquiera están seguros de si alguien de su entorno es o no burakumin.


Los modos de discriminación más comunes son la laboral y matrimonial. Dado que un burakumin no se diferencia de otro japonés “a simple vista”, el medio a través del cual saber quién es burakumin es el Koseki (戸籍 Registro familiar), en el cual se especifica el lugar de nacimiento de cada japonés. Como he mencionado anteriormente existen zonas o barrios concretos estigmatizados como buraku, de forma que son fácilmente reconocibles en dicho registro. Durante décadas fue muy popular consultar el Koseki para conocer el pasado familiar de una persona que aspiraba a un puesto de trabajo. Desde 1976 el acceso a dichos archivos está restringido, precisamente para evitar este tipo de prácticas de estigmatización social, sin embargo son muy populares las escandalosas “listas negras” que estaban en manos de las grandes compañías y que son empleadas en la selección de personal.


Otro de los modos de discriminación muy común es el matrimonial. Se han dado muchísimos casos en los que las familias de jóvenes que iban a casarse han llegado a contratar los servicios de detectives privados para analizar el pasado genealógico de su futuro yerno o nuera con la intención de averiguar si son o no burakumin, y evitar verse involucrados con estas personas.


En general, lo más grave de la cuestión de los burakumin es el abandono gubernamental que han sufrido y que muchos siguen sufriendo. Las autoridades japonesas han dado la espalda a los burakumin durante siglos, con un consecuente desarrollo muy inferior de esta parte de la población a nivel educativo, social y económico. Ya desde los años veinte del siglo pasado surgieron grupos de denuncia social sobre esta cuestión para hacer frente a este tipo de discriminaciones y a los prejuicios que la sociedad japonesa siente hacia ellos, y para reclamar ante la comunidad internacional y ante los propios japoneses el fin del rechazo y la discriminación de los burakumin. La principal asociación es la llamada “Buraku Kaihô Dômei” (“Liga de Liberación Buraku”), muy conocida por su activismo político. Ha sido la movilización de varias asociaciones la que han conseguido una mayor implicación de las autoridades japonesas en la cuestión burakumin. Desde el año 1969 el gobierno japonés implementó una serie de leyes para solventar las carencias socioeconómicas de los barios bunraku acondicionándolos mediante la construcción de bloques de viviendas dignos, escuelas, centros médicos, de ocio, etc. También se llevaron a cabo programas de concienciación social sobre la cuestión bunrakumin a partir de charlas en los colegios y universidades. Sin embargo, aún queda mucho por hacer al respecto para que los objetivos sociales de las autoridades japonesas de estandarización educativa y cultural, así como de las oportunidades de todos los japoneses sean reales, y den cabida también a estos tres millones de personas.


(1) Los principales núcleos considerados Buraku actualmente se hallan en las zonas urbanas de Hyogo, Osaka, Kyoto y Fukuoka.

(2) Aunque existe un amplio número de zonas no documentadas oficialmente, la estimación considerada más acertada es la de 6.000 comunidades buraku con una población de 3 millones de personas. http://blhrri.org/index_e.htm

Fuentes consultadas:

Buraku Liberation and Human Rights Research Institute (BLHRRI)
The Headquaters of Buraku Liberation League
Josep Martí, Los burakumin en la sociedad japonesa
Burakumin, wikipedia
Alastair McLaughlan. Japan´s Burakumin: An Introduction.

Palmira Pérez Prieto, Rojo Asia.